El sonido y la música siempre han estado ligados al ser humano y por tanto, ligados a las emociones. Ya nuestros primeros antepasados empleaban los sonidos y la música como herramienta de supervivencia y de comunicación; crearon asociaciones que les permitían predecir situaciones de peligro y con las que desarrollaron habilidades sociales comunicándose con un lenguaje común. De hecho, y según explicó Darwin en «El origen de las especies», los sonidos musicales pudieron haber sentado una de las bases para el desarrollo del lenguaje y a la vista está que el ritmo y la cadencia de la oratoria tienen rasgos musicales.
Nuestra
relación con la música llega hasta tal punto, que ésta es capaz de alterar
nuestro estado emocional. Nuestro cerebro ha ido evolucionando y a lo largo del
proceso ha ido incluyendo a los sonidos como pieza fundamental con la que crear
patrones junto a las emociones y así, decodificar nuestro entorno.
Las emociones
son las encargadas de convertir los sonidos que percibimos en algo comprensible.
Sin ser conscientes asociamos los sonidos que apreciamos, por sutiles que
puedan ser, con las emociones. Esta asociación sonido-emoción hace que
entendamos las situaciones en las que estamos, permitiéndonos reaccionar acorde al contexto. Por ejemplo, podemos detectar la alegría o la tristeza en una persona
solo con el sonido de su voz. Es decir, asociamos la tristeza a un tono de voz
más bajo y grabe de lo normal y lo opuesto con la alegría. Ocurre lo mismo con
la música.
Estudios neurocientíficos demuestran que la música tiene
la capacidad de cambiar estados de ánimo activando
cada una de las estructuras emocionales del cerebro. Se han llevado acabo
experimentos en los que se ha modulado la actividad en prácticamente cualquier
estructura emocional del cerebro gracias a las emociones estimuladas por la
música. La música es capaz de despertar el núcleo de las estructuras cerebrales
creadoras de nuestro universo emocional.
Al escuchar música se activan las áreas del cerebro que se encargan de
la imitación y de la empatía. Son las zonas donde están las neuronas espejo que
actúan reflejando las acciones e intenciones de los otros como si fueran
propias. De esta forma podemos sentir el dolor de los otros, su alegría, su
tristeza, … Quizás por esto la música es capaz de alterar nuestras emociones y
crear lazos sociales; porque nos permite compartir sentimientos.
En el Universo de Emociones podemos encontrar emociones conectadas con
la música y con el arte en general. Esta conexión se ve reflejada gracias al
cometa de las emociones estéticas que tiene la capacidad de
desplazarse por el Universo relacionándose con emociones de distinta índole,
tanto positivas como negativas:
Habitualmente, empleamos las palabras para describir cómo nos sentimos
pero éstas no son lo suficientemente eficaces para hacer que otras personas
sepan exactamente qué estamos sintiendo; no existe una correspondencia unívoca
en el cerebro entre nuestras sensaciones y nuestros centros lingüísticos, por
lo que tiene que producirse una transformación desde nuestras sensaciones al
código lingüístico, que será diferente en cada uno de nosotros. Con la música es más fácil la descripción sensorial. Con ella es
posible evocar sensaciones y que el receptor entienda perfectamente a qué
emoción nos estamos refiriendo. Por ello la música resulta enormemente útil y
tiene aplicaciones muy prácticas. Por ejemplo, en el cine la música resalta
emociones y funciona como una guía que ayuda al espectador a entender mejor la
escena.
Fuente: https://universodeemociones.com/relacion-musica-emociones/
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